Su presencia

Está aqui junto a mi, mientras escribo, me mira con atención y sus ojos brillantes me hacen voltear la cabeza hacia ella buscando…aprobación?… mejor diría complicidad. No debería estar aquí, pero está, y aunque no lo quiera, me sigue. Cualquiera diría que son pedazos de recuerdos fugaces, destellos de un momentos anteriores. Pero no, es ella, generando más.

Recorro lugares donde nunca estuvimos, y me la encuentro parada, observando a su alrededor, con su paciente manera de examinar las cosas, su cara seria y enfocada. Quizás actúa como mi conciencia, dándome un minuto más para repensar las cosas.

Y si la cosa suena extraña, hay más: uno de nuestros encuentros transcurrió durante un parpadeo en una sala de maternidad. Allí estaba, tendida con su expresión apacible, con la relajación que surge después de esa tempestad dolorosa que las mujeres describen como parto. El fin del parpadeo la desplazó por la persona a la que había ido a visitar. Todavía me asombra la cantidad de detalles que encontré en esa vista de un microsegundo, a menos que ese es el tiempo que uno tarda en recrear deseos.

La hallo en lugares donde nunca estuvo y no debería de estar. A veces temo que lo que veo, ya no es ella, sino una versión distorsionada de lo que mi mente necesita, una respuesta rápida a mis deseos, una necesidad de complementar mi existencia imaginando la pieza con la forma exacta que conecte con mi mecanismo de vida. ¿O era justamente así de perfecta?.

Y de vez en cuando, me sorprende no cruzarla donde debería estar, que no existan los accidentes, y que el mundo entre nosotros se haya expandido tanto como para eliminar las coincidencias en tiempo y espacio. Eso debería ser bueno, pero por alguna razón nunca llega a ser así.

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