Imágenes anidadas, pensamientos voladores

Sin necesidad de explicación, todo lo que nos rodea nos remite a otra cosa. Es esa conexión universal que parece existir entre todos los elementos, esa red de pensamientos que recorremos desde el primer día que empezamos a hablar hasta el momento en que perdemos la noción de nosotros mismos.

Quizás la extensión de cada razonamiento define lo retorcido que es nuestro ser.

¿Podríamos predecir que el lloriqueo de un cachorro puede llegar a terminar, por ejemplo, en una reflexión sobre hamacas paraguayas?. ¿Podríamos pensar en una exposición sobre economía que derive luego en una discusión acerca del lugar ideal para colocar un lavarropas?. El amor a veces tiene una crueldad simplificatoria, porque todo lo que nos rodea, nos remite al ser amado, y esto no siempre es bueno.

Y este camino de ideas sin seguir ningún mapa, no es una cuestión basada ni en conocimiento ni en estudio, sino de apertura a todos los pensamientos emergentes. O locura, o una terrible necesidad de escape de la realidad utilizando todos los medios disponibles para desenfocar la mirada de uno mismo y la del resto.

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