UN ABRAZO DE ROSARIO

La mañana era fría y prometía una tarde desteñida y herida de soledad. Caminó sin cansancio -había dormido bien-, dispuesto a entrar en el primer bar que encontrara abierto aquel inoportuno domingo.

Nada indicaba la posibilidad de un encuentro. Se sentía frustrado. Un solo día sin ella lo dejaba vacío e incómodo para encarar la vida…

Aquella era una mañana callada, sin embargo, las campanadas de la pequeña capilla de la calle Moreno acompañaban la tibieza del apenado sol de junio.

Paseó observando los balcones desnudos de aquel orgulloso rincón de Rosario. Sus pasos por la plaza lo hicieron girar hasta el kiosco de Yerry. El frío, con su respetuoso destino de viento, acarició su cara. Compró La Capital, era como un abrazo distraído de un hermano que sentimos cuando nos falta. Allí leía “lo de casa”: Fontanarrosa bostezando risas en medio de la cruel hostilidad diaria, Baglietto -ese muchachito de pelo largo que había conocido tocando su guitarra para “la barra” en alguna calle anónima de Alberdi- cantando en el Monumento, peleas entre concejales, alguna inauguración… Allí había buscado el comentario de su primer libro; allí había esperado leer trabajos que se ofrecían en su ciudad… El diario escupía ahora una desesperada necesidad de triunfo y esperanza desde el corazón de un pueblo que gemía, como lo hacía él esa mañana… Lo dobló y lo colocó debajo del brazo.

Por fin, creyó ver un guiño de luz desde la próxima esquina. Entró en el acalorado bar de Italia y Córdoba. El olor a café lo vistió por dentro y se sintió invadido por el murmullo conocido. Buscó una mesa, le gustaban las mesas grandes junto a la ventana, sacó su cuaderno. Era escritor… las palabras deseaban escapar de él una y otra vez, en un acto único y perdurable. Quería escribir sobre su memoria, no la memoria selectiva, sino la memoria grande, la del pueblo, la que acaricia el regionalismo y la supervivencia, la que llega a los montes, donde increíblemente también viven argentinos, la que se ensucia para proyectar un camino en la tierra, en los orígenes, en las lenguas, esa memoria que es el exilio del más débil y es la que llega al centro de la esencia de la persona amada.

La ventana se agrandaba, necesitó contar cómo se reflejaba el sol en la vieja casona de la esquina; se sintió parte y diálogo, remolinos de hojas secas se mezclaron con sus expectativas. Sus manos eran ramas, sus raíces eran los fantasmas de otros textos que jugaban con él, junto al sabor de los sonidos del invierno. Sus ojos alertas. La vida se empeñaba en recomenzar allí mismo, en esa anónima mesa, cuando comenzó a escribir:

Balcones hambrientos de luz,

urgentes veredas,

mañanas sin prisa,

vapores de café,

tinta que habla noticias

que rechazo y arrugo.

Pueblo caprichoso,

capital de poetas,

ciudad de personajes,

laberinto de amigos y de río.

Canalladas y libros,

cultura de domingo.

En inconmovibles olores

a tardes sin frío,

recuesta su cabeza

un Rosario imprevisto…

Quizás no fue un guiño lo que vio tras el vidrio, quizás fue un sobreviviente, quizás un poeta. Quizás su ciudad le devolvía el abrazo…

Acerca de Patricia Bottale

Profesora de Historia. Investigadora área de historia y literatura de la Universidad Católica de Rosario. Escritora: ensayos, antologías, narrativa y poesía. Colaboradora de revistas nacionales e internacionales. Directora de los talleres literarios de escritura en la librería El Ateneo, en el espacio de diseño y cultura“Si supieras, vida mía” y en Sancor Seguros, Broker del Boulevard. Responsable de los micros de literatura de los programas de radio y TV. Escritora de prólogos y correctora de libros. Cursos de Redacción Bolsa de Comercio, Fundación Libertad, Colegio de Escribanos (Rosario y BsAs), y Taller Literario en Patio Bullrich BsAs. Su último libro fue prologado por el escritor Marcos Aguinis, y es autora de la obra “Un lugar para Francisco”, Gala del Bicentenario.
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Una respuesta en “UN ABRAZO DE ROSARIO

  1. Javier Paris dijo:

    Realmente bello, sentido, profundo y simple a la vez. Felicitaciones

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