Guía de vida para idiotas

¿No es rara a veces la vida? Muchas veces nos preocupamos por qué sienten, piensan o entienden los demás de nosotros, qué ven cuando nos miran, qué somos para ellos… Y esperando esa respuesta nos abrimos cual libro de biblioteca pública, dejamos que jueguen con nuestras páginas, nos arruguen, nos manchen y nos rompan, solo por la esperanza de que hagan lo mismo que hacemos, que sientan la confianza suficiente como para dejarnos pasar más allá del índice, leer cada capitulo, con epílogo incluido.

 

Pero… ¿Está bien hacer eso? ¿Tenemos algo más aparte de la fe ciega, como constancia de que esa maniobra hará que nuestro oponente deje su rey tan vulnerable como el nuestro? Por supuesto que no. Nuestro oponente no dudará en lanzar escurridizos ataques con su alfil, acorralarnos con torres y asestar el golpe final con la reina. No seamos tontos, no existe eso que llaman juego amistoso.

Entonces ¿Qué debemos hacer para conseguir nuestra anhelada victoria preguntan? Muy simple. Debemos luchar, pelear con lágrimas de sangre en los ojos, dar poco y robar mucho, mantener todas nuestras cartas bien cubiertas y en lo posible, escondidas. El conocimiento es poder, y en este juego quien se quede sin poder, indefectiblemente es el perdedor y ¿a quién le gusta perder? Así que cada uno de nuestros disparos debe ser a matar, cada movimiento ha de ser calculado con todos sus posibles desenvolvimientos y alternativas. Debemos, sin lugar a dudas, controlar cada aspecto del juego para asegurarnos de salir victoriosos del campo de batalla, sin importar con cuánta sangre nos manchemos ni de quién sea…

Retomando, un problema muy importante ¿qué hacer una vez que han leído todas tus páginas, que te quedan dos peones y el rey o que se han visto absolutamente todas las cartas de tu mano? Primero, querido amigo, he de decirle que es usted un estúpido, mas siéntase tranquilo, es uno mas del montón en el que me incluyo. Mas aún nosotros los estúpidos y débiles de corazón tenemos formas de ganar en este repulsivamente retorcido juego.

Primero analicemos nuestros enemigos. ¿Nuestro oponente es el primero que le viene a la mente? Usted no podría estar más equivocado. Nuestro primer enemigo es el repulsivo libro de reglas que limita nuestro accionar. ¿Qué hacer con tal vil y malintencionado adversario? La respuesta es simple, incinerarlo. “En la guerra y en el amor todo se vale” dice una pintoresca frase de antaño, pues llevémosla al día a día, que sea la única regla que respetemos, mas hay que asegurarnos que los otros, sigan a rajatabla cada mandamiento sin excepción, esto lo conseguiremos de una forma muy simple también, finjamos seguirlas nosotros mismos… no hay peor enemigo que aquel que parece un amigo, por lo cual hemos de aprovechar esa ventaja.

Ni por un segundo cometan el infame error de rehusarse a “atacar por la espalda” recordemos nuestro único mandamiento, todo está permitido. No importa ni el método ni la opinión de los otros sobre nosotros al emplearlo, solo una cosa nos importa y esa es asestar golpes mortales y salir completamente ilesos del campo de batalla.

Ahora, nuestro segundo enemigo. ¿Ahora si el oponente? ¡Pues claro que no! Nuestro siguiente enemigo no es ni mas ni menos que nosotros mismos, cada una de nuestras convicciones e ideales, sueños y éticas. Cada restricción que nos ha sido impuesta en nuestra vida solo tiene un fin, frenar nuestras capacidades para regir nuestros pasos por la única regla que importa, arriba mencionada. Debemos olvidar, reprimir y mantenernos alejados de todos esos escudos que nosotros mismos estamos regalando a nuestro principal enemigo, remplazarlos por lanzas y dagas afiladas, listas para cortar su cuello cual mantequilla.

Ahora sí, finalmente, la persona que está sentada al otro lado del tablero de ajedrez, aquel que sostiene firmemente su espada en señal de estar listo para el combate. Si siguieron mis consejos, no tienen nada que temer. Aquel caballero en azabache armadura no debería ser mas que un maniquí con un palo en la mano para ustedes, un pequeño cerdo listo para ser llevado al matadero.

En cambio, en caso de hacer oídos sordos a mis avisos, teman lo peor, frente a ustedes está alguien que sabe todos sus secretos y de cuál no deben saber más que el nombre. Un cruel individuo que no vacilará en hacerlos pasar por penurias inimaginables aún para la basta imaginación de quién les habla. Si se encuentran en esta horriblemente desventajosa situación, un único consejo está en mi boca para ustedes: Corran. Huyan del campo de batalla con el rabo entre las piernas ¡mas nunca jamás se rindan! Reúnan fuerzas, información, analicen sus debilidades y explótenlas al máximo, para así volver al combate como el gigantesco leviatán que sé todos están preparados para ser.

Esta entrada fue publicada en Poesía. Guarda el enlace permanente.

3 Respuestas a Guía de vida para idiotas

Deja una respuesta