DIÁLOGO

 

 

Digo basta, sin decirlo.

Basta.

No quiero escuchar más. Te cerré mis oídos y mi alma. Te miro. Estás gesticulando. Tu bocota seabreysecierra en vano, porque yo le niego los sonidos. Vos  no estás hablando,
porque yo no te escucho.

Imagino.

Siempre me fue fácil imaginar.

Estoy encapsulada por una burbuja hermética de vidrio.  Vos no la ves. Está para preservarme. No escucho. No quiero escuchar más. Veo tus palabras volar por el aire y chocar contra mi ampolla transparente. Golpear el vidrio, y caer al piso. Las palabras
convertidas en sílabas, densas, pesadas yacen derrumbadas alrededor de mis
pies. Veo la “ta” de  hijadeputa, apenas encimada a la “ma” de  mi mamá. La “gui” de guita se apoya en la “so” de  solo.

Se amontonan, mientras seguís abriendo tu boca  como si quisieras morderme, masticarme, devorarme. Estás transpirando.  Fuera de control. La “ña” de mañana, cayendo blandamente como un papel sobre las otras, indica el final de tu discurso. Te
vas, y tu espalda me da pena. Una espalda cargada de mierda, la que me tirás con odio y que aun así no consigue aliviar su peso.

Abro la ventana.

Me quito la burbuja y respiro una bocanada de aire fresco.  Sin olor a tu violencia.

Busco la escoba y barro las sílabas. Pienso que quizá debería usar la aspiradora, para que no queden partículas de bronca. Traigo el limpiavidrios y repaso la burbuja. Le quito las marcas de tus gotas de odio y resentimiento.

La dejo brillante, impecable. Tan impecable, como mi  eterna cobardía

 

La dejo lista para mañana.

Lista para la próxima vez

Acerca de Lucrecia Mirad

Soy arquitecta y escritora. Dirijo y coordino el taller Laboratorio de Autor. En los veranos leemos en la Pretemporada Literaria. Escritora de novelas y cuentos cortos. Tambien incursiono en textos ensayísticos y por respeto a la poesía, ni lo intento. Batón y Poder, Fragmentos, Crimen en el Pasaje y Crónica de una Resurrección se llaman mis novelas. Tengo premios por cuentos cortos y muchos de ellos estan compartiendo antologías nacionales e internacionales. Nací en Casilda, viví en España y en Italia, y ahora en Rosario. Mi sangre árabe me hace nómade y mi sangre catalana me hace austera. Soy una alquimia de Mayo francés, hippie recargada, madre too much,compañera de mi compañero y terca. Soy tercamente optimista, por eso estoy aquí.
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8 respuestas a DIÁLOGO

  1. Dos maneras de defenderse, de no llegar al otro. La violencia también es una burbuja y la burbuja nos proteje pero también es pared. Impecable, Lucrecia!

  2. Javier Paris dijo:

    muy bueno! aún con ese final de resignación….de ETERNA COBARDIA.. te felicito.

    • Lucrecia Mirad dijo:

      Tanken Javieren!

    • Lucrecia Mirad dijo:

      El estado de sumisión es dificil de explicar. Es la suma de oresión, manipulación, miedo, auto-desdén, peso cultural ,y fundamentalmente mucha tristeza…. Quise representar esa situación desde una violencia diferente, mansa, aceptada y… como vos decís limpiamente cobarde.

      • Es inequívoca la interpretación de este relato. Limpia, clara y transparente como la burbuja. Dice basta pero no puede ponerle fin. Una situación que identifica a muchas personas: en la pareja, en las relaciones laborales, intrafamiliares diversas, grupos de pertenencia. La sumisión y la resignación cuando falta auto-valoración, buena autoestima y una situación económica que te de cierta autonomía (parece desubicado esto, pero es así). Cobardía y miedo.
        Qué buenas imágenes y qué dinámico. Fuerte. Mirá lo que viene disparando…

  3. eduardo krüger dijo:

    Me provocó una imagen y algun razonamiento trasnochado.
    La imagen es la de una explosión de odio y violencia viscerales contenida reprimidas dentro de la misma burbuja, amenazando más al odiador que al odiado.

    El razonamiento es que al odio hay que alimentarlo hora tras hora; cuesta trabajo, lo mina a uno mismo por dentro, termina siendo una cola de escorpión que emponzoña tanto al atacado como al atacante ¿Qué hacer con el odio cuando uno no quiere ni puede matar?

    En cambio el desdén transcurre y crece solo, ni siquiera hay que regarlo. Uno se saca la burbuja para no reventarse en vano la cabeza, y el desdén se expande como un atmósfera que lo va distanciando a uno del esa espalda odiada, hasta que llega el momento que no solo no la divisamos, sino que ni siquiera recordamos haberla odiado tanto.

    Chau, Lucre.

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